No son las puertas*, son los barrotes
por Richard StallmanPoner demasiada atención a la jubilación de Bill Gates es perder de vista lo importante. Lo que realmente importa no es Gates ni Microsoft, sino el sistema inmoral de restricciones que Microsoft, al igual que otras compañías de software, impone a sus clientes.
Esta afirmación puede sorprenderle, ya que la mayoría de las personas interesadas en los ordenadores nutren intensos sentimientos hacia Microsoft. Los empresarios y sus políticos domesticados admiran su éxito en construir un imperio sobre muchos usuarios de ordenadores. Muchos de los que no están en el campo de la computación dan crédito a Microsoft por avances de los cuales solamente ha sacado ventaja, como hacer que los ordenadores sean baratos y rápidos y las convenientes interfaces gráficas de usuario.
La filantropía de Gates en el campo de la sanidad en los países pobres le ha ganado una buena opinión entre algunas personas. El periódico Los Angeles Times informó que la fundación de Bill Gates gasta anualmente entre el 5 y el 10% de sus fondos e invierte el resto, a veces en empresas que causarían degradación ambiental y enfermedades en los mismos países pobres. [Actualización de 2010: la Gates Foundation se ha unido Cargill, el gigante del comercio agrícolo, en un proyecto que podría implicar la implementación de cultivos modificados genéticamente en África].
Muchos informáticos odian especialmente a Gates y a Microsoft. Tienen muchas razones para ello. Microsoft adopta continuamente un comportamiento anticompetitivo, y ha sido declarado culpable en tres ocasiones. Bush, quien ayudó a Microsoft a zafarse de la segunda acusación en los E.E. U.U, fue invitado a la sede de Microsoft para solicitar fondos para la elecciones del año 2000. En el Reino Unido, Microsoft estableció una importante oficina en el distrito electoral de Gordon Brown. Ambas cosas son legales, y ambas son también potenciales fuentes de corrupción.
Muchos usuarios odian el «impuesto de Microsoft»: los contratos de venta que obligan al usuario a pagar por el Windows instalado en el ordenador incluso si no lo utilizará. En algunos países es posible obtener un reembolso, pero el esfuerzo requerido es desalentador. También está la gestión digital de restricciones (DRM), que son características de software diseñadas para «impedir» que usted pueda acceder a sus archivos libremente (el aumento de las restricciones a los usuarios parece ser el principal avance de Vista).
Luego tenemos las incompatibilidades arbitrarias y los obstáculos que impiden la interacción con otros programas (este es el motivo por el cual la Unión Europea solicitó a Microsoft que publicara las especificaciones de sus interfaces). Este año Microsoft llenó los comités de estándares con sus partidarios para procurar la aprobación como ISO de su inmanejable, inimplementable y patentado «estándar abierto» para documentos (la Unión Europea ahora lo está investigando).
Estas acciones son intolerables, por supuesto, pero no son eventos aislados, son síntomas sistemáticos de un mal más profundo que la mayoría de las personas no reconoce: el software privativo.
El software de Microsoft se distribuye bajo licencias que mantienen a los usuarios divididos e impotentes. Los usuarios están divididos porque se les prohíbe compartir copias con los demás. Los usuarios están impotentes porque no tienen el código fuente que los programadores pueden leer y modificar.
Si es programador y quiere modificar el software, para usted o para otro, no puede hacerlo. Si es una empresa y quiere pagar a un programador para que adapte el software a sus necesidades, no puede hacerlo. Si lo copia para compartirlo con un amigo, lo cual es simplemente ser un buen amigo, le dicen que usted es un «pirata». Microsoft nos quiere hacer creer que ayudar al prójimo es el equivalente moral de atacar un barco.
Lo más importante que ha hecho Microsoft es promover este sistema social injusto. Gates se identifica personalmente con este sistema, debido a su infame carta abierta en la cual reprendió a los usuarios de microordenadores por compartir copias de su software. Prácticamente lo que la carta decía era: «si ustedes no me permiten mantenerlos divididos e impotentes, no escribiré el software y no tendrán ninguno. ¡Ríndanse ante mí o estarán perdidos!».
Pero Gates no inventó el software privativo, y miles de otras empresas hacen los mismo. Está mal, no importa quién lo haga. Microsoft, Apple, Adobe y el resto, nos ofrecen sofware que les otorga poder sobre nosotros. Un cambio en los ejecutivos o en las empresas no es importante. Lo que necesitamos cambiar es este sistema.
De esto se trata el movimiento del software libre. «Libre» se refiere a la libertad: escribimos y publicamos software que los usuarios pueden compartir y modificar libremente. Hacemos esto sistemáticamente, por el bien de la libertad, a algunos de nosotros nos pagan, y muchos otros son voluntarios. Ya tenemos sistemas operativos libres completos, incluyendo GNU/Linux. Nuestro objetivo es entregar una gama completa de software libre útil, de modo que ningún usuario de ordenador se vea tentado a ceder su libertad para obtener software.
En 1984, cuando comencé el movimiento del software libre, apenas estaba consciente de la carta de Gates. Pero había escuchado demandas similares de otros, y tuve una respuesta: «Si su software nos mantendrá divididos e impotentes, por favor no lo escriba. Estamos mejor sin él. Encontraremos otras formas de usar nuestros ordenadores y de preservar nuestra libertad».
En 1992, cuando el sistema operativo GNU se completó con el núcleo, Linux, había que ser un mago para ejecutarlo. Hoy GNU/Linux es amigable para el usuario: en partes de España e India es estándar en los colegios. Decenas de millones lo utilizan alrededor del mundo. Usted puede utilizarlo también.
Gates puede haberse ido, pero las murallas y los barrotes de software privativo que él ayudó a crear permanecen, por ahora. Desmantelarlos depende de nosotros.
Este artículo se publicó en BBC News en 2008.